El cultivo de la alfalfa es sin duda de los más complicados que existen, ya que únicamente es posible realizarlo en unas condiciones climáticas muy concretas. Este proceso consta de 3 pasos: el primero de ellos es el corte de la alfalfa, la cual previamente se ha abonado para conseguir una calidad y producción óptimas. Tras dejar secar las hileras un tiempo, se procede al hilerado de la alfalfa, gracias al cual se voltea la alfalfa y se forma una hilera más abundante que las anteriores, permitiendo secar la parte de alfalfa que anteriormente se encontraba boca abajo, en contacto con el suelo. Este proceso debe realizarse en condiciones de humedad muy determinadas; un exceso de humedad en el ambiente hará que la alfalfa no se seque del todo, empeorando así su calidad, además de conllevar riesgos como un posible incendio dentro de las pacas de alfalfa finales. Por otro lado, la falta de humedad hace que la alfalfa pierda la hoja al voltearla, por lo que la calidad de la misma se vería mermada de forma notable. Por último, y tras dejar secar las nuevas hileras, se procede al empacado de la alfalfa, el cual también necesita de unas condiciones de humedad muy determinadas. De esta forma finaliza el proceso de cultivo de la alfalfa hasta el siguiente corte, procurando hacer de 4 a 5 cortes anuales si las
condiciones climáticas lo permiten.